miércoles, 12 de octubre de 2011

Era una tarde lluviosa, íbamos agarrados al mango del mismo paraguas, aun así los dos estábamos empapados por completo, el viento azotaba con fuerza en nuestras caras, se acercó sigilosamente y me susurró algo al oído que nunca llegué a entender.


+Déjame pedirte un último favor, no te destruyas a ti misma pequeña ratita…

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